La Yaya
Madrid 15 Sep. 2008 (Carta a Venezuela)
Hermano Alicio, me senté tranquilo y sin nada que hacer, excepto escribirle, para comunicarle, que han pasado varias semanas movidas, por las prisas e inquietudes, debido a la gravedad de la mamá de Matilde que ya se nos fué, al Valle del silencio, q. e. p. descanse. Ese es el lugar que tenemos todos, desde que nacemos...
Ella sufrió mucho, estuvo casi un año inmovilizada, como ya sabe, no podía andar, no valerse por sí misma, había que darle de comer, vestirla, etc... La señora Matilde, en los últimos años estuvo en casa de su hija Nati, que la cuidó hasta el final.
Ella había nacido en un pueblecito, que ahora está adosado, a la gran ciudad de Burgos a 300 Km de Madrid y fue enterrada cristianamente aquí, pero fuimos a hacer las misas allí, porque tenía familia. Pasamos cuatro días en casa de una prima de Matilde.
Regresamos a Madrid y aquí estamos, para seguir la misma marcha, la de siempre, sota, caballo y rey, o viceversa, como solemos decir aquí.
No pienso construir un paraíso para mí y los míos, me conformo con lo que tengo, me conformaré con el presente. ¿Quién podrá saber cómo estarán las futuras sociedades, a las que no conoceremos? No sabremos, si avanzarán hacia la civilización verdades o caerán en la barbarie, ....
No quiero alargar este tema porque me apena mucho.
Llevo en mi alma y mente, el reflejo de todo el pasado, el malo y bueno aquellos días duros y estériles, tristes, que hacen que estas líneas sean sombrías, que tengan sabor ácido, de una desilusión interior, que en aquel lejano día, rompió mi ánimo siempre alegre y decidido. Poco a poco, apareció, mi propósito de vaciar mi mente, cargada de desventuras y frustración, para aliviar mi alma, encogida en su nido, envuelta en una pesadilla, que al fín, recobró su normalidad, logrando rehacer mi vida, con duro sacrificio, borrando las secuencias de mis adversidades.
Ya no soy aquel náufrago de la vida que se agarró a una tabla de salvación, agitada por olas violentas que me llevaban de un lado para otro, sin meta fija, y por fin, llegué a la playa de mi ambición y sueños.
Soy feliz, y todo quedó atrás, como si hubiera sido una mala pesadilla, un sueño sin importancia. Contento por tener una mujer hacendosa y buena, que trajo a mi hogar tres preciosas criaturas que me llenan de sana alegría y de afecto.
Aquello desapareció, se convirtió en cenizas, sólo quedó una pequeña cicatriz y una gran familia, que es el todo en la vida de las personas.
PINCHA, AQUI y escucha música de la mejor, para quitar las penas, para alegrar el alma.
Ella sufrió mucho, estuvo casi un año inmovilizada, como ya sabe, no podía andar, no valerse por sí misma, había que darle de comer, vestirla, etc... La señora Matilde, en los últimos años estuvo en casa de su hija Nati, que la cuidó hasta el final.
Ella había nacido en un pueblecito, que ahora está adosado, a la gran ciudad de Burgos a 300 Km de Madrid y fue enterrada cristianamente aquí, pero fuimos a hacer las misas allí, porque tenía familia. Pasamos cuatro días en casa de una prima de Matilde.
Regresamos a Madrid y aquí estamos, para seguir la misma marcha, la de siempre, sota, caballo y rey, o viceversa, como solemos decir aquí.
No pienso construir un paraíso para mí y los míos, me conformo con lo que tengo, me conformaré con el presente. ¿Quién podrá saber cómo estarán las futuras sociedades, a las que no conoceremos? No sabremos, si avanzarán hacia la civilización verdades o caerán en la barbarie, ....
No quiero alargar este tema porque me apena mucho.
Llevo en mi alma y mente, el reflejo de todo el pasado, el malo y bueno aquellos días duros y estériles, tristes, que hacen que estas líneas sean sombrías, que tengan sabor ácido, de una desilusión interior, que en aquel lejano día, rompió mi ánimo siempre alegre y decidido. Poco a poco, apareció, mi propósito de vaciar mi mente, cargada de desventuras y frustración, para aliviar mi alma, encogida en su nido, envuelta en una pesadilla, que al fín, recobró su normalidad, logrando rehacer mi vida, con duro sacrificio, borrando las secuencias de mis adversidades.
Ya no soy aquel náufrago de la vida que se agarró a una tabla de salvación, agitada por olas violentas que me llevaban de un lado para otro, sin meta fija, y por fin, llegué a la playa de mi ambición y sueños.
Soy feliz, y todo quedó atrás, como si hubiera sido una mala pesadilla, un sueño sin importancia. Contento por tener una mujer hacendosa y buena, que trajo a mi hogar tres preciosas criaturas que me llenan de sana alegría y de afecto.
Aquello desapareció, se convirtió en cenizas, sólo quedó una pequeña cicatriz y una gran familia, que es el todo en la vida de las personas.
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